miércoles, 8 de julio de 2015

El mito de medusa.

Por: Psic. Clínica: Raquel Galeana Z. Moreno.

“La furia bien canalizada no es más que energía”. Mary Valentis.
“La belleza, como el dolor, hace sufrir.” Thomas Mann, escritor alemán.
“”Es asombroso cuan completo es el espejismo de que belleza es bondad”. León Tolstoi, escritor ruso.

Hay mitos que parecen haber surgido para dividir a las mujeres, hacerlas irreconciliables e incluso odiosas unas a las otras. En la diferencia humana, la diversidad es riqueza, es el esplendor de la naturaleza y la genética, sabemos que es imposible la igualdad en términos biológicos, psíquicos o sociales, que si viviéramos en un mundo en que unos cuantos prototipos fueran infinitamente clonados, sería de una confusión y pobreza que nos da cierto horror. Cuando vemos un grupo de  bailadoras con un arreglo idéntico, notamos la perdida de la individualidad y el esfuerzo técnico y expresivo por resaltar de entre el conjunto. Cada ser humano  es tan singular como su huella digital y ahí radica, en gran medida su valor y su belleza, esa es su perfección primera, son los fallos o trastornos  en su armonía, lo que nos conduce a denostar de la siguiente verdad: Qué cada hombre o mujer, por el solo hecho de serlo, es perfecto y valioso en y por sí mismo. De entre los mitos griegos hay uno que resalta por su crueldad, el de Medusa, es una adolescente que ignora todo el poder sensual que emana de su persona, adornada por una hermosa cabellera, se dedica a la adoración de  Atenea, Diosa de la sabiduría y la guerra, que es al igual  que sus feligresas, una casta y hermosa virgen. Poseidón ve a Medusa y se arrebata de deseo, dioses u hombres, la reacción es muy similar desde que el mundo es mundo, pero de algo debe servir ser Dios, para por ej.: Concederse los deseos o caprichos. Poseidón se transforma  en un potente semental y a Medusa en yegua y la lleva a la gruta de la Diosa y ahí la viola. Desde su  templo  y tras su escudo,  Atenea es testigo  del vil  acto, no entra en defensa de su protegida, aunque el atropello a que es sometida Medusa,  la ofende doblemente; en su feminidad y al profanar  su espacio,  pierde el control y  ciega de ira, lo que nos recuerda: Belleza y bondad no siempre van de la mano. Su furia, cae sobre la desdichada Medusa, que débil, ultrajada y dolida, se queja humillada a su Diosa. Pero atención, Atenea no se ha encolerizado  con el violador, sino con Medusa a quién ve con envidia, por ser su belleza la culpable de excitar el deseo del Dios, implacable y violador. A sus ojos es  ella, la víctima,  la que provoca su propio mal. ¿No les resulta familiar semejante reacción,  exculpatoria y encubridora del comportamiento masculino, cuando de delitos contra la integridad psíquica, social, sexual o física de las mujeres se trata? No es nuevo bajo el sol, que las madres de niñas y niños víctimas de abuso sexual dentro de la familia consanguínea o política, nieguen los hechos aduciendo que es imposible, que los menores mienten o inventan. Se vuelve una pregunta recurrente a los psicólogos, por parte de las víctimas, el decir: ¿Por qué si mi mamá lo vio, lo supo, se lo dije o lo tuvo que notar, no me ayudo? No existe una respuesta que pueda calmar semejante dolor, a la manera de Medusa, pasan de ser niñas amadas y protegidas, a ser rivales envidiadas. Así, sobre las inocentes cae una doble desgracia, sufren la afrenta masculina y el castigo femenino, pues Atenea, ataca la hermosura de Medusa, en ello vemos como en ocasiones: “La belleza como el dolor, son causa de sufrimiento”. La Diosa convierte sus sedosos rizos, en vivas serpientes venenosas, sus dientes en colmillos y su mirada en hipnótica, cualquier hombre que en adelante se prende de sus ojos, se convertirá en piedra, nunca más tendrá un hombre a sus pies. Atenea la ha castigado, será eternamente un Monstruo. Sin embargo, sigue siendo hermosa y seductora, sus curvas, su mirada subyugante, siguen  fascinando a los hombres, que van quedando convertidos en piedra en cuanto osan acercarse. Curiosa afinidad para con las secuelas de  victimas de agresión sexual, siguen estando vivas, por lo cual continúan necesitando amor, compañía, sexo, pero ya no lo pueden tener, los efectos del ataque, las petrifican a ellas. Si atraen, rechazan, si alguien insiste lo bastante y se acerca, no hay respuesta, no parece haber “nadie” dentro de ellas, el castigo sigue vigente, las víctimas están condenadas a la soledad, atraen, las quieren amar… Y nunca “pueden”. Se ha roto la sutil capacidad para confiar en otro ser humano, están heridas por partida doble; lo masculino, ha dañado su sentimiento de integridad, física y emocional. Lo femenino ha dañado  incluso su confianza en sí mismas, pues las culpabilizan de un crimen contra su propia persona, lo cual resulta perverso, pues las induce a comprender,  el atentado, como placentero, dado que es de índole sexual. Un prejuicio que nos resulta conocido, pues está vigente en nuestra cultura machista: “Todo lo sexual, es bueno, divertido, placentero y a nadie se le niega”. Y todos sabemos que no es verdad, que la sexualidad y el erotismo humanos, son una faceta delicada de nuestra historia de vida personal, que en cuanto la  armonía se rompe, la confianza o el amor  se dañan,  el placer se arruina. A pesar de eso se afirma de manera ligera: “La única mujer violada, es la que acaba muerta, pues se defendió con su vida, todas las demás… Consintieron, así tengan 3 años o 90”. Lo que implica que Medusa es culpable y merecedora única del castigo de la Diosa, que no conforme, cuando ve que su poder femenino no ha desaparecido, sino que ha madurado, se ha vuelto exquisito, pues la gruta en la que vive recluida se llena de estatuas de hombres que no han resistido la tentación de probarse que pueden, no amar, sino poseer por un instante a  la vampiresa oscura y hechicera  en que se ha convertido, Medusa. La complicada criatura,  mancillada por Poseidón, castigada por Atenea y solitaria por circunstancia, se ha llenado de ira, amargura y deseos de venganza, su veneno está activo y caerá contra cualquiera que se acerque. Muchos la desean, otros la temen y algunos más la quieren matar.  Perseo es el encargado de acabar con el Monstruo, muy astuto, precavido del poder hipnótico de su mirada, lleva dos armas, un escudo que es un espejo y una espada, cuando la enfrenta,  protegido por el espejo y guiado su brazo  por Atenea, Medusa se contempla en el,  se espanta y petrifica ante su imagen, momento que aprovecha Perseo para decapitarla, una versión del mito, afirma  que estaba embarazada de Poseidón, por lo que su sangre se dividió en dos, de una vía nació Pegaso, el caballo alado de la creatividad, de la otra el gigante, Crisaor, el portador de la espada. Perseo utilizo su cabeza para rescatar a su amada Andromeda, que subió al cielo y formo una constelación de estrellas, posteriormente la regalo a Atenea, que coloco  la cabeza de su rival en su escudo. Su venenosa cabellera siseaba al morir y dicen que su sonido inspiro en Atenea la creación de la Música. Imagino que una vez muerta, el odio de Atenea se mitiga, puede entonces inmortalizarla en su escudo y en el arte, pues ya es del todo inofensiva.  Todos estos prodigios son el fruto de una víctima inocente e incomprendida, pues aun se cuenta que la sangre de las serpientes, fue mitad veneno y mitad elixir sanador y resucitador. No deja de sorprender que, como en la realidad mexicana,  los verdaderos villanos de este mito, Poseidón, Atenea y Perseo, salgan completamente impunes, no solo eso, sino con sus respectivos trofeos:  Poseidón sus hijos; Pegaso y Crisaor. Atenea sin su enemiga, con un símbolo en su escudo y su música. Perseo con su   Andromeda en el cielo. La sociedad con  venenos  y antídotos en una singular farmacia.  Me pregunto si este mito no contendrá como mensaje oculto,   una apología del crimen, al fin y al cabo todos los sobrevivientes; responsables, agresores y espectadores, que a manera de  público pasivo, parecen consentir o disfrutar crueldades, salen ganando cuando consiguen por fin, derramar toda la sangre de su víctima, que aun después de muerta sigue derrochando las gracias que fueron su perdición; Belleza, viva en sus hijos, Pegaso y Crisaor.  Talento, en la Música creada por Atenea. Celeste; en la Constelación Andromeda. Bondad, en la extraña farmacia surgida de su propio dolor y amargura. Femineidad y Magia, en su oscura belleza que ha dado lugar a todas las Femme fatale que la han heredado, vampiresa oscura y seductora, prometedora de placeres prohibidos, como a los que ella misma fue sometida, en la dura escuela que es la vida.